Una tarde de verano

Como atraídas por una fuerza invisible, fue imposible no salir a contemplar el espectáculo que esa tarde de verano nos regalaba el cielo, a pesar de que las gotas de agua, en su mayoría eran en forma de piedra.

Las cortinas de agua que de manera natural se formaban creaban una atmósfera distinta.

Era como si de repente nos hubiéramos transportado a la película de “Memorias de África”.

Un rincón, quizás bucólico( aunque tampoco le hacía falta Robert Redfort), simpático y creativo a la vez acogedor. 

Y es que cuando las escenas y rincones guardan su esencia, la vida realmente se saborea. 

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